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Vamos a calcular la pleamar

¿Alguna vez te has preguntado a qué hora será la próxima pleamar sin tener que mirar una app o una tabla de mareas? Pues resulta que hay un método clásico —de esos que huelen a salitre y cuaderno náutico— que te permite calcularlo a ojo, y con bastante precisión.

La idea viene nada menos que del astrónomo griego Metón, que allá por el siglo V a.C. descubrió que cada 19 años la Luna y el Sol vuelven a coincidir en la misma posición relativa. A partir de ese ciclo lunar se puede hacer una estimación muy decente de la marea, sin más tecnología que un lápiz y un poco de cabeza.

Qué necesitas saber

  • Epacta: Es el número de días que tiene la Luna el 1 de enero, contados desde el último novilunio (luna nueva). Sirve para conectar el calendario solar (el nuestro) con el lunar (el que sigue la Luna).

    Cada año solar dura unos 365 días, mientras que el año lunar son unos 354 días, o sea, hay una diferencia de 11 días.

    Por eso, cada año la epacta aumenta en 11 unidades. Cuando supera 29, se resta 30 (porque el ciclo lunar dura unos 30 días).

     Ejemplo: en 2025 es 11, en 2026 será 22 y en 2027 vuelve a 3.

  • Establecimiento del puerto: es el tiempo que tarda la marea en “llegar” desde el mar abierto.
    •  Bilbao → 3 h 11 min
    • Santander → 3 h 20 min
    • Vilagarcía de Arousa → 3 h 47 min
      En general, puedes usar 3 h 20 min para todo el Cantábrico y acertarás bastante.
  • Adelanto horario:
    •  +1 hora en invierno
    • +2 horas en verano

fotos surf sopela sopelana pleamar septiembre 01

El cálculo paso a paso

  1. Resultado 1 = Epacta + Día + Mes – 2
    (Si es enero, no restes nada; si es febrero, solo 1).
  2. Resultado 2 = Resultado 1 × 0,8
    Esto ajusta el cálculo del calendario lunar al solar (recuerda que una hora tiene 60 minutos, no 100).
  3. Hora de pleamar = Resultado 2 + Establecimiento del puerto + Adelanto horario

 

Ejemplo rápido

 

7 de octubre de 2025

  1. 11 (Epacta) + 7 (día) + 10 (mes) – 2 =26
  2. 26 × 0,8 = 20,8 → o sea, 20 h 48 min
  3. Sumamos: 20:48 + 3:20 + 2:00 = 26:08

Restamos 24 → 2:08.

👉 La pleamar será a las 02:08

 

Este sistema tiene un margen de error menor de una hora (hoy la primera pleamar es a las 3:18), así que para surfear o pescar te sirve de sobra.

Y si no quieres liarte con fórmulas, quédate con esto: en el Cantábrico, durante la luna llena, la pleamar suele ser sobre las 15:30 GMT (16:30 hora local en invierno, 17:30 en verano).

Ah, y recuerda: el 25 de marzo se cambian los relojes. Si haces el cálculo después de esa fecha, súmale dos horas.

Conociendo las algas del Cantábrico

Si hay organismos marinos con los que los surfistas nos relacionamos constantemente, esos son las algas. Están presentes antes, durante y después de cada baño, y conviene conocerlas un poco mejor.

En el mar Cantábrico existen alrededor de 500 especies de algas, que se agrupan en tres grandes tipos conocidos por todos: verdes, pardas y rojas.

Las algas muestran una gran diversidad de formas, tamaños y colores. Más allá de ser parte del paisaje marino, cumplen un papel ecológico fundamental: generan biomasa y oxígeno mediante la fotosíntesis, y sus frondas sirven de refugio y alimento para numerosos animales marinos. Conviene aclarar que las algas no pertenecen al reino vegetal, sino al reino protista, donde se incluyen organismos eucariotas que no encajan ni como plantas, ni como animales, ni como hongos.

Algas verdes (clorofíceas)

lechuga de mar 

Las algas verdes viven en aguas someras y en charcas intermareales. Durante la bajamar, algunas quedan expuestas al aire; para resistir, son capaces de producir mucosidades que las mantienen húmedas, responsables muchas veces de los resbalones al entrar o salir del agua.

Entre las más comunes en el Cantábrico se encuentran las uvales, siendo la especie más representativa la Ulva lactuca, conocida como lechuga de mar. En los últimos años, esta alga se ha popularizado en el consumo humano.

codium-tomentosum 

Otra especie muy frecuente es el Codium tomentosum, de aspecto ramificado y también comestible. Suele crecer sobre rocas en zonas de oleaje, aunque muchas veces no soporta la fuerza del mar y acaba desprendida, flotando cerca de los picos o en la orilla. Es similar al Codium decorticatum, que se distingue por tallos más aplanados.

Algas pardas (feofíceas)

parda

Las algas pardas, además de clorofila, contienen fucoxantina, un pigmento que les permite realizar la fotosíntesis a mayor profundidad. Son las que alcanzan mayor tamaño: en aguas frías, como las de Galicia o Asturias, pueden llegar a superar los dos metros de longitud y formar auténticos bosques submarinos de kelp.

En el Cantábrico, las más comunes son las del grupo de las fucales, que presentan neumatocistos (pequeñas bolsas llenas de aire) que las ayudan a mantenerse erguidas bajo el agua. Ejemplos destacados son el Fucus vesiculosus y la Dictyota dichotoma.

De mayor tamaño encontramos la Colpomenia peregrina, una especie invasora originaria de la costa pacífica de Norteamérica. Llegó a Europa a principios del siglo XIX junto con los cultivos de ostras, y desde entonces se ha extendido por diversas costas, incluida la cantábrica.

Algas rojas (rodofíceas)

gelidium-morocco 

Las algas rojas viven a mayor profundidad, donde la luz escasea. Para ello utilizan la ficoeritrina, un pigmento que facilita la fotosíntesis en estas condiciones. Su riqueza en nutrientes esenciales, antioxidantes y compuestos bioactivos ha hecho que sean muy valoradas en la cosmética y el cuidado de la piel.

 algas gelidium

La especie más importante del Cantábrico es la Gelidium sesquipedale, conocida como caloca. Antiguamente, se utilizaba como abono en huertas, pero hoy se recolecta principalmente para obtener agar-agar, un producto muy usado tanto en la industria cosmética como en la cocina. Tras los temporales, no es raro encontrar grandes cantidades varadas en las playas.

La caloca tiene un olor característico a mar Cantábrico y a marisco, aunque carece de sabor. Una vez recogida, secada y procesada, se convierte en la gelatina marina de más alta calidad. De ella se extrae el famoso “agar”, empleado como espesante y gelificante en repostería (tartas, compotas, mermeladas, cremas, zumos), así como en salsas, sopas, potajes o purés.

 

Después de esta breve introducción, seguro que la próxima vez que estéis esperando una serie y veáis alguna de estas algas flotando a vuestro alrededor, las miraréis con otros ojos. Más allá de ser un simple obstáculo o una molestia, forman parte esencial del ecosistema marino y, de una forma u otra, también de nuestra vida como surfistas.

Riesgos de surfear cuando llueve

Un estudio realizado por la Universidad de Berkeley y Surfrider Foundation ha demostrado lo que ya se intuía, que los surfistas son más propensos a ponerse enfermos cuando surfean después de llover.


Durante tres años, más de 600 surfistas de la zona de San Diego, California, fueron registrando mediante una app en su teléfono móvil, cuándo entraban al agua, cuándo salían, y cuándo se ponían enfermos. Los surfistas entraron al agua una media de dos veces a la semana con una duración de dos horas de baño, y en un 38% de las ocasiones reconocieron haber tragado agua durante la sesión de surfing. La investigación demostró que surfear después de que haya llovido tiene un mayor riesgo de contraer enfermedades gastrointestinales. El riesgo de enfermar después de surfear es de alrededor de 2,5%. Este porcentaje aumenta a un 3,2% en condiciones de lluvia. Esto es debido básicamente al aumento del número de bacterias potencialmente perjudiciales en el ecosistema marino cuando llueve. Otro estudio de la Universidad de Oregón reveló que los surfistas tragan diez veces más agua que nadadores o buceadores, y por tanto tienen un riesgo mayor de contraer enfermedades gastrointestinales o infecciones de nariz u oído cuando se surfea en aguas contaminadas. La pregunta es: ¿Los resultados de este estudio en California son extrapolables a nuestras costas?

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