Si hay organismos marinos con los que los surfistas nos relacionamos constantemente, esos son las algas. Están presentes antes, durante y después de cada baño, y conviene conocerlas un poco mejor.
En el mar Cantábrico existen alrededor de 500 especies de algas, que se agrupan en tres grandes tipos conocidos por todos: verdes, pardas y rojas.
Las algas muestran una gran diversidad de formas, tamaños y colores. Más allá de ser parte del paisaje marino, cumplen un papel ecológico fundamental: generan biomasa y oxígeno mediante la fotosíntesis, y sus frondas sirven de refugio y alimento para numerosos animales marinos. Conviene aclarar que las algas no pertenecen al reino vegetal, sino al reino protista, donde se incluyen organismos eucariotas que no encajan ni como plantas, ni como animales, ni como hongos.
Algas verdes (clorofíceas)
Las algas verdes viven en aguas someras y en charcas intermareales. Durante la bajamar, algunas quedan expuestas al aire; para resistir, son capaces de producir mucosidades que las mantienen húmedas, responsables muchas veces de los resbalones al entrar o salir del agua.
Entre las más comunes en el Cantábrico se encuentran las uvales, siendo la especie más representativa la Ulva lactuca, conocida como lechuga de mar. En los últimos años, esta alga se ha popularizado en el consumo humano.
Otra especie muy frecuente es el Codium tomentosum, de aspecto ramificado y también comestible. Suele crecer sobre rocas en zonas de oleaje, aunque muchas veces no soporta la fuerza del mar y acaba desprendida, flotando cerca de los picos o en la orilla. Es similar al Codium decorticatum, que se distingue por tallos más aplanados.
Algas pardas (feofíceas)
Las algas pardas, además de clorofila, contienen fucoxantina, un pigmento que les permite realizar la fotosíntesis a mayor profundidad. Son las que alcanzan mayor tamaño: en aguas frías, como las de Galicia o Asturias, pueden llegar a superar los dos metros de longitud y formar auténticos bosques submarinos de kelp.
En el Cantábrico, las más comunes son las del grupo de las fucales, que presentan neumatocistos (pequeñas bolsas llenas de aire) que las ayudan a mantenerse erguidas bajo el agua. Ejemplos destacados son el Fucus vesiculosus y la Dictyota dichotoma.
De mayor tamaño encontramos la Colpomenia peregrina, una especie invasora originaria de la costa pacífica de Norteamérica. Llegó a Europa a principios del siglo XIX junto con los cultivos de ostras, y desde entonces se ha extendido por diversas costas, incluida la cantábrica.
Algas rojas (rodofíceas)
Las algas rojas viven a mayor profundidad, donde la luz escasea. Para ello utilizan la ficoeritrina, un pigmento que facilita la fotosíntesis en estas condiciones. Su riqueza en nutrientes esenciales, antioxidantes y compuestos bioactivos ha hecho que sean muy valoradas en la cosmética y el cuidado de la piel.
La especie más importante del Cantábrico es la Gelidium sesquipedale, conocida como caloca. Antiguamente, se utilizaba como abono en huertas, pero hoy se recolecta principalmente para obtener agar-agar, un producto muy usado tanto en la industria cosmética como en la cocina. Tras los temporales, no es raro encontrar grandes cantidades varadas en las playas.
La caloca tiene un olor característico a mar Cantábrico y a marisco, aunque carece de sabor. Una vez recogida, secada y procesada, se convierte en la gelatina marina de más alta calidad. De ella se extrae el famoso “agar”, empleado como espesante y gelificante en repostería (tartas, compotas, mermeladas, cremas, zumos), así como en salsas, sopas, potajes o purés.
Después de esta breve introducción, seguro que la próxima vez que estéis esperando una serie y veáis alguna de estas algas flotando a vuestro alrededor, las miraréis con otros ojos. Más allá de ser un simple obstáculo o una molestia, forman parte esencial del ecosistema marino y, de una forma u otra, también de nuestra vida como surfistas.





